domingo, 23 de marzo de 2014

@RROBA EXPAÑA

En ominosamente rigurosa sintonía con el deterioro neuronal de quien fue su más honesto dirigente, la piel de toro que se adentraba bronca y llena de expectativas en el postfranquismo hoy agoniza como patética pelleja de vaca loca: impremeditado coro de todo un escombro de país para el funeral de quien le abrió puertas de esperanza y participación pero también cajas de Pandora imposibles de cerrar. Y uno piensa, con ese runrun de claroscuro en la cabeza, en la bondadosa disfuncionalidad de don Francisco Pí y Margall (que le llevó a ese tan breve mandato suyo) y en la muy ulterior irresponsabilidad liquidacionista de Mijail Gorbachov (el político más odiado por sus conciudadanos) y, hallando en ambos presuntas semejanzas con nuestro hombre, uno prefiere quedarse con la luminosa  audacia de aquel otro presidente de un país latino empeñado en aunar forma y fondo para el término DEMOCRACIA, el brasileño Joao Goulart, también interrumpido en su tarea de abrir puertas y concebir dicho término como aventura participativa y no como pabellón de reposo emasculador de inquietudes ni como pistoletazo cucañero inaugurador de toda clase de corrupciones. Y no digo más porque lo mejor y más positivo que puedo expresar sobre Adolfo Suárez (el único jefe político -según carnet y cuota- que he tenido) creo que ya lo hice aquí


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