viernes, 17 de abril de 2015

ARGUIÑANO Y EL NEGRITO QUE TENIA EL ALMA PARDA



Arguiñano dijo en uno de sus prontos demagorreicos que le gustaba Obama porque era negrito: ¿ello implica que si Adolf Hitler se hubiese abetunado la faz a lo Al Jolson también sus acciones (porque de las acciones se trata, señor Arguiñano, no sólo de la negritud epidérmica) serían bien vistas por el cocinero que "siempre recomienda cosas buenas"?

Arguiñano cuenta chistes de curas y gusta de mentar a Bárcenas pero no hay huevos (oh, los huevos de Arguiñano...) para contarlos sobre ayatollahs, mullahs, mezquitas o almúedanos o para hablar de las tramas financieras del ISIS. Como tampoco se me olvida el día que ETA (jamás mentada por Arguiñano -ni a favor ni en contra: es curioso que un sermoneador residente en Zarauz nunca haya mentado ecos de la realidad más próxima, una realidad que no era precisamente una balsa de aceite-) dejó un muerto frente a una partida de mus (que no se interrumpió -muy arguiñanamente- con la irrupción del cadáver) y nuestro hombre hizo alguna puya sobre Bush, seguramente el autor e instigador de dicho atentado.

¿Arguiñano alguna vez dedicará sus sermones demagorreicos a algo que directamente ponga en dificultades su carrera o su vida o la de su familia? Porque, si no, la cosa suena un poquito a tongo... Y hay momentos en que ese tongo da un poco de asco.

Si uno gusta de sermonear, o sermonea sobre todo o pierde toda autoridad moral para sermonear sobre algo.

¿Sabe Arguiñano dónde esta el Donbass y la postura de su querido negrito Obama sobre el particular?







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