viernes, 10 de febrero de 2017

TATUAJES



a madame Byblos por su certera mirada




En EL INTERCAMBIO SIMBOLICO Y LA MUERTE Baudrillard dedica un capítulo a glosar los graffitis tanto en muros como en cuerpos (tatuaje corporal): su atracción, su empatía por ello está en función del momento en que tales manifestaciones eran sagradas, sacralizadas por el riesgo, por el impulso prometeico de negación a lo desordenadamente establecido. El habla de comienzos de los 70. Yo me topo con graffitis y tatuajes mucho después, cuando han sido profanados como signo de moda (moda de la que abominará Baudrillard en el capítulo siguiente, dejando aún más clara su posición). Y me repugnan con la misma intensidad que las pelucas y los polvos de arroz y lunares dieciochescos. Y, pese a todo, sé distinguir y apreciar los tatuajes vinculados todavía hoy a mundos donde el riesgo se halla presente, en cuerpos militares, en bandas mafiosas, en submundos carcelarios. De ahí que me irrite tanto cuando me los encuentro (como caricatura de las señas de identidad de los antiguos gremios) en las carnes abundosas de es@s cociner@s usac@s o de es@s rocker@s o de es@s modist@s o de esas estrellas de Hollywood que viven sólo en función de su ego y su capricho. 







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